Érase una vez, un leñador humilde y bueno, que después de trabajar todo el día en el campo, regresaba a casa a reunirse con los suyos. Por el camino, se dispuso a cruzar un puente pequeño cuando de repente, se cayó su hacha en el río.
“¿Cómo haré ahora para trabajar y poder dar de comer a mis hijos?” exclamaba preocupado el leñador. Entonces, ante los ojos del pobre hombre apareció desde el fondo del río una criatura mágica . “No te lamentes buen hombre. Traeré devuelta tu hacha en este instante” le dijo la criatura mágica al leñador y se sumergió rápidamente en las aguas del río.
Poco después, la criatura reapareció con un hacha de oro para el leñador, pero este contestó que esa no era su hacha. Nuevamente, se sumergió en el río y trajo un hacha de plata entre sus manos. “No. Esa tampoco es mi hacha” dijo el leñador con voz penosa.
Al tercer intento de la criatura mágica apareció con un hacha de hierro. “¡Esa sí es mi hacha! Muchas gracias” gritó el leñador alegre. Pero la criatura quiso premiarlo por no haber dicho mentiras y le dijo “Te regalaré además las dos hachas de oro y de plata por haber sido tan honrado”.
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